Arcángel San Miguel
[Texto obtenido en la página web de caballerosdelavirgen.org]El número de los ángeles del Señor es inmenso e incalculable. «¿Por ventura puede contarse el número de su celestial milicia?», pregunta el libro de Job (25,3). Y el profeta Daniel escribió abismado: «Eran millares de millares los que le servían, y mil millones, o innumerables, los que asistían ante su presencia» (Dn 7, 10).
Sin embargo, en medio de la armonía celestial, Lucifer gritó palabras de rebeldía contra Dios: «¡No serviré! Subiré al Cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas subiré, y seré semejante al Altísimo» (cf. Is 14, 13-14).
Resonó entonces el grito de fidelidad de San Miguel en el Cielo: «¿Quién como Dios?»
«¿Quién como Dios?» –millones de millones de espíritus angélicos repitieron el mismo grito de fidelidad. «¿Quién como Dios?», que en hebreo se dice Mi-ka-el, se transformó en el nombre del primer ángel que se alzó en defensa de Dios: Miguel.
«Hubo una gran batalla en el Cielo» (Ap 12, 7). Lucha entre ángeles y demonios, del bien contra el mal, de la luz contra las tinieblas. «Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles» (Ap 12, 7).
Y el gran dragón, que se llama demonio y Satanás, fue precipitado junto con sus ángeles (Ap 12, 8-9) en los abismos tenebrosos del infierno (2 Pe 2, 4).
Y mientras que el rebelde serafín fue visto «caer del cielo como un rayo» (Lc 10, 18) y ser condenado al fuego inextinguible, «preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25, 41), San Miguel se convertía en el "gloriosísimo príncipe de la milicia celestial», como lo designa la liturgia de la Santa Iglesia Católica.