SECCIÓN - ÍNDICE



Revelaciones[Texto obtenido en la página web de corazones.org]

Primera revelación (1673)


«Mi Divino Corazón le dice– está tan apasionado de amor a los hombres, que no pudiendo contener en Él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones».



Segunda revelación (1674)


El Divino Corazón se le presentó en un trono de llamas, más esplendoroso que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de espinas significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior.


Tercera revelación (1674)


«Jesucristo mi amado dueño se presentó delante de mí todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y despidiendo de su sagrada Humanidad rayos de luz por todas partes, pero sobre todo de su Adorable Corazón, que parecía un horno encendido y vivo manantial de tales llamas».


Cuarta revelación (1675)


Nuestro Señor le descubre su Divino Corazón y le dice: «He aquí el Corazón que ha amado tanto a los hombres, y que nada ha escatimado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor y en reconocimiento no recibo de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sus sacrilegios, ya por su frialdad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de Amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan... Mi corazón se dilata para derramar con abundancia las influencias de su divino amor».


Otros fragmentos


– «¿Por que te atormentas? Haz lo que está en tu poder, y Yo supliré lo demás que te falte. Pues nada pido tanto en este Sacramento, como un corazón contrito y humillado que con voluntad sincera de no desagradarme más, se acuse sin doblez. Entonces perdono sin tardanza, y se sigue de ahí una perfecta enmienda».


– «Sabes que soy un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón e intención pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que, si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades».


– «Reconoce, pues que nada puedes sin Mí; Yo no dejaré nunca de socorrerte, con tal que tengas siempre tu nada y tu debilidad abismadas en mi fortaleza».